Fragmento adaptado del libro Conjuntos Musicales en los Establecimientos de Educación Básica y Media, publicado en 1996.
I. FUNDAMENTACIÓN
“…La información recibida ha despertado mucho interés en la comunidad escolar. Hemos llegado a soñar con la posibilidad de adquirir instrumentos y formar una pequeña banda. Nuestra escuela es gratuita, ni siquiera tiene financiamiento compartido, el ambiente es muy pobre pero todo el profesorado está abocado a hacer de estos jóvenes hombres del futuro responsables, con espíritu alegre y comunitario, que den lo mejor de ellos mismos y sobre todo que puedan desarrollar su belleza interior y sus capacidades. Echamos esta carta esperando detrás un eco mayor y agradeciendo desde ya todo lo que se haga por los niños que no tienen los mejores hogares y que no están rodeados de adultos que puedan imitar” (Respuesta de Escuela Particular, Cerro Navia a nuestra encuesta 1996).
Tradicionalmente, en los países más desarrollados, la formación musical de la juventud es y ha sido una actividad que ocupa un lugar muy importante entre las actividades extraprogramáticas, a la par con el deporte. Es difícil evaluar qué impacto tiene la educación musical escolar en la sociedad en su conjunto, pero cabe destacar que la casi totalidad de los músicos profesionales de los EE.UU. y de Europa se ha iniciado de pequeños en las bandas y conjuntos escolares de sus pueblos y colectividades, incluso antes de su ingreso a los conservatorios. Lo mismo ocurre en Chile referente a los músicos que tocan instrumentos de viento y percusión. Todos ellos han dado sus primeros pasos en el mundo de la música en la banda de su escuela.
En nuestro país hay una larga tradición en esta materia, principalmente en manos de algunos establecimientos de orden religioso, instituciones de beneficencia y otros, siempre funcionando gracias al amor y dedicación de un maestro con poco apoyo y reconocimiento. Son escasas las noticias que se tienen acerca del funcionamiento de estos conjuntos, lo que constituyó una de las motivaciones que iniciaron este trabajo.
Vale la pena señalar que, salvo contadas excepciones, las actividades de música instrumental han estado notoriamente ausentes de los colegios particulares y liceos con más medios económicos y materiales de la Región Metropolitana. Esta situación resulta un tanto paradojal al considerar que comúnmente se piensa en un conjunto musical como un lujo que solo los más solventes pueden costear. La realidad en nuestro medio apunta a una profunda crisis motivacional en los establecimientos señalados. Lo que contrasta con el esfuerzo desplegado por escuelas y colegios de escasos recursos para contar con agrupaciones musicales instrumentales.
Otro objetivo de este trabajo ha sido develar, en lo posible, cuáles son las condiciones y motivaciones que alientan a aquellos establecimientos, que han formado y mantienen sus agrupaciones sin absolutamente ningún apoyo exterior.
La formación artística, como la formación humanitaria y ciudadana, es un largo proceso en el que intervienen la tradición, la disciplina y el cuidado. Partimos de la base de que la formación integral y humanitaria de los y las jóvenes debe contemplar la música como un primer paso en su educación. Creemos que todos tienen desde muy pequeños una natural apertura y disposición hacia la música, aunque rara vez esta apertura es canalizada adecuada y productivamente.
Desafortunadamente, la vida moderna, ha alejado la posibilidad y la oportunidad de hacer música como una actividad familiar. Y si tampoco se hace dentro de la escuela, ¿entonces dónde? Un destino semejante han tenido los hábitos de lectura.
De hecho, la juventud no está ajena a la música, como lo evidencia su afición por las manifestaciones musicales como el rock, el jazz e incluso el folclore. Pero, por lo general, estas actividades no son parte de la vida escolar misma, sino que surgen de iniciativas individuales fuera del establecimiento.
En los últimos años hemos visto el énfasis que la educación está poniendo en la práctica de los deportes y el culto del estado físico. Creemos que lo que se consigue mediante el deporte –el fomento de la competitividad, la autodisciplina, la fuerza física, el espíritu de superación, la solidaridad de pares– debe ir templado con valores que solo las artes como la música pueden forjar y transmitir: la sensibilidad, la aceptación, la creatividad. Hay datos objetivos que demuestran que la formación musical mejora las capacidades cognitivas e intelectuales, y que éstas son extensibles a las demás áreas. Creemos que en el área musical activa y participativa hay que duplicar el esfuerzo, como se ha estado haciendo en la deportiva.
Posiblemente, no hay nada más motivador y estimulante para un estudiante que tocar en la banda de su colegio, cantar en su coro o formar parte de un conjunto, cualquiera que sea su naturaleza.
Se ha observado que la posibilidad de insertarse en una actividad musical dentro del período escolar desarrolla en los jóvenes valores de disciplina, respeto por el otro, autovaloración positiva, mayor seguridad y confianza en sí mismos. Es notorio el efecto positivo que puede significar en un joven el tener un instrumento musical en sus manos, poder experimentar con él e interactuar con otros jóvenes en una agrupación, para lograr un objetivo común, como ejecutar una melodía o una obra musical.
Como es sabido, las bandas instrumentales de estudiantes en los países donde son una tradición, constituyen un aporte innegable a sus escuelas, y a través de ellas a la comunidad, ya sea como emblema del establecimiento en efemérides o en eventos deportivos, concursos y festivales.
Estudios realizados en otros países demuestran que un alumno integrante de la banda, del coro o cualquier grupo musical, evidencia un mejor rendimiento cognitivo, un aprendizaje eficaz de integración grupal, un aporte importante en el proceso de socialización y, además, el logro de un interés significativo en una actividad extra programática.
En nuestro interés por esta actividad hemos podido constatar que, aparte de una tesis de alumnos de Pedagogía en Música de la Universidad Metropolitana y una encuesta realizada por el Mineduc de orquestas y bandas regionales, no hay más datos acerca de la situación actual de las distintas actividades musicales en establecimientos educacionales del país. En la tesis mencionada, efectuada con gran cuidado y que fue nuestra primera indicación del relativo abandono de esta actividad, se contactaron las diversas autoridades regionales, se enviaron 250 cuestionarios y se elaboró un informe en base a 40 respuestas. A partir de ese estudio retomamos la iniciativa, materializada en este trabajo.
Estas reflexiones, sumadas a los escasos antecedentes y datos que hemos podido reunir al respecto, nos convencieron de que la información existente era insuficiente para hacer un diagnóstico global y proponer medidas para fomentar la actividad musical en los establecimientos educacionales.
En este momento histórico, donde una de las materias de debate más importante a nivel gubernamental y nacional es el proyecto de reforma al sistema educacional, con miras al mejoramiento de la calidad de la educación, creemos de gran relevancia dar a conocer este aspecto de la realidad estudiantil a los organismos y autoridades correspondientes.
Resumiendo, Corfobae Chile se ha propuesto la tarea de efectuar este catastro, debido a la necesidad de:
- Difundir la actividad musical en la escuela, liceo y colegio.
- Conocer la realidad de la actividad musical en diferentes establecimientos educacionales de todo el país.
- Detectar sus potencialidades y debilidades.
- Constatar los problemas y falencias más frecuentes.
- Recopilar las inquietudes de los gestores y protagonistas.
- Establecer un contacto directo con y entre ellos.
- Difundir los resultados a todos los interesados, como un modo de fomentar los beneficios y el modo de proceder para formar y mantener conjuntos musicales.
- Iniciar y mantener vigente el listado completo de agrupaciones musicales estudiantiles.